Solo Kevin de Bruyne pudo quitarle la razón a Diego Simeone. El belga, ayudado por un chispazo de Phil Foden, que se inventó el pase que cambió la noche, desestabilizó el plan del argentino, terminó con 70 minutos de hartazgo en Manchester y posibilitó que el City salga con ventaja de su feudo ante el Atlético de Madrid.

Foden, que comenzó el duelo en el banquillo, tardó un minuto en conectar con De Bruyne y conseguir lo que buscaba Guardiola desde el principio: derribar la poblada defensa de un Atlético que firmó el empate desde el principio y que no consideró atacar hasta la segunda mitad.

Tenía Simeone claro que la eliminatoria no se iba a decidir en el Etihad ni mucho menos. Que perderla en Manchester no era una opción. Que renunciar al juego de ataque era una idea mucho mejor que permitir entrar al Manchester City a su área.

El Atlético, en su primera visita al estadio inglés, se pasó los primeros 45 minutos sin conocer una de las mitades del campo. Vivió pegado a su área, defendiendo en un espacio de 20 metros y con un esquema simple. Dos líneas de cinco. Dos líneas dedicadas únicamente a defender. Incluso Kondogbia se quedó sorprendido cuando intentó armar un contraataque, a la desesperada, y vio que sus compañeros se quedaron atrás. No lo veían claro.

El riesgo no merecía la pena para un equipo consciente de que esto se alargaría, de que la opción pasa por el Wanda. Por eso Jan Oblak aguantaba sin problema los pitos de la grada. El esloveno perdía tiempo y desesperaba a la afición local. Parte del plan. Ni siquiera sus saques directos fuera eran un problema. El objetivo era no descolocarse y el Atlético lo consiguió durante 70 minutos.

El City solo podía disparar desde lejos, focalizar el ataque en un inmenso Cancelo y enviar centros inertes a las manos de Oblak. Esa era la producción de los de Guardiola, acostumbrados a que el premio no tarde en caer.

Pero Simeone conseguía lo que quería. Había anulado 45 minutos de la eliminatoria y tocaba asomar la cabeza. Lo hizo Griezmann, con una carrera desde su campo que se le hizo larga. Lo logró también Marcos Llorente, culminando un contraataque que terminó con un tímido remate al cuerpo de Ederson.

El partido sufrió una minirrotura, suficiente para que se calentase y para que Simeone creyera oler sangre. De una tacada, el argentino sacó a Koke, Griezmann y Llorente, y metió a Cunha, Correa y De Paul. Quería velocidad, meter miedo. Guardiola, que vio el partido estancado y a su rival con un nuevo motor, echó del campo a Gündogan, Mahrez y Sterling para dar entrada a Foden, Gabriel Jesús y Grealish. Tres bombillas.

Surtió efecto inmediato. Foden encontró el hueco. Filtró una pelota para De Bruyne entre tres defensas del Atlético y el belga, un paso por delante, superó por raso a Oblak.

Llegó el temido momento por Simeone, el City logró su objetivo y a Simeone se le cayó el plan. El 1-0 no era un desastre, pero sí la confirmación de que el planteamiento no era infalible, ni mucho menos.

Ahora al Atlético le toca intentar remontar. No le valdrá salir a esperar ni la doble línea de cinco defensas. El Atlético tendrá que saltar al Wanda a buscar al City. El riesgo que intentaron evitar en Manchester será una obligación en Madrid.

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