Cuando sentía que la Liga se le escapaba de forma invariable, por detrás en el marcador ante Osasuna, el Atlético de Madrid resurgió para remontar, sostenerse en el liderato y depender de sí mismo para ser campeón, con el 1-1 de Renan Lodi y el 2-1 de Luis Suárez.
Al borde del minuto 88, todo cambió para el conjunto rojiblanco y para la apretada pugna por el título: recibió Yannick Carrasco en el área, regateó, centró y encontró a Luis Suárez, que se rehizo con el 2-1, con el gol que puede valer una Liga, con el gol que rescató al Atlético del precipicio, con el gol que mantiene todo como está, junto al triunfo por 0-1 del Real Madrid frente al Athletic Club.
Al límite, el ‘9’ uruguayo se quitó la camiseta, la rabia y la frustración acumulada instante a instante, ocasión a ocasión, fallo a fallo, durante todo el encuentro, sobre todo en el primer tiempo, en una sucesión de paradas del guardameta o postes que transformaron el partido en una lucha constante del Atlético contra sí mismo.
Porque es increíble, tan extraño, que Luis Suárez falle tanto como falló en la primera mitad. Incomparable el goleador con todo lo que ha dado al equipo este curso, con la pegada que ha demostrado casi siempre, el Osasuna sobrevivió a la primera ofensiva del Atlético, alentado desde fuera del estadio por un millar de aficionados a los que se escuchaba dentro, insistente, ambicioso…
Por dos causas. Primero, porque el goleador tremendo que es Luis Suárez expresó entonces de forma nítida su peor racha del curso; después, porque Sergio Herrera, el portero del Osasuna, se cruzó en las pretensiones goleadores del Atlético, hábil en cada lance que exigió su intervención, al principio siempre frente a Luis Suárez.
No acertó ninguna el delantero. Ni en un rechace de Correa que le propuso solo ante el guardameta, que repelió su tiro con el exterior del pie derecho con los reflejos de su mano izquierda; ni en un pase sensacional de Carrasco, con una respuesta magnífica de Herrera; ni en el envío a su desmarque de Saúl ni, sobre todo, con todo a favor, cuando Correa le regaló un gol que no lo fue por el poste izquierdo.
Aún falló otra Luis Suárez, frustrado sin acierto; aún Herrera se cruzó a un tiro de Correa; aún el Osasuna despejó como pudo otra de Koke, aún el Atlético irrumpió unas cuantas veces más en el área de su rival, un territorio que también era suyo; aún Savic surgió en su defensa para impedir el único ataque relevante de su oponente y aún el poste despejó un amenazante lanzamiento más distante de Saúl.
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La cuestión es cómo iba a afectar al Atlético tal sensación, que por mucho que había hecho no había servido para nada, sólo para un empate que hoy por hoy no vale para nada, pendiente del segundo tiempo, pendiente de su capacidad para repetir toda la proposición anterior, con la complejidad que tiene generar tantas oportunidades.
No las tuvo en el comienzo del segundo tiempo, más espeso y menos desbordante, más embarullado. Y cuando marcó, por medio de Savic en un centro de Trippier, allá por el minuto 58, o de Carrasco, en el 66, lo hizo en fuera de juego, para persistir el 0-0, para sostener un desafío cada vez más estresante del Atlético -más aún cuando el Real Madrid marcó el 0-1 en San Mamés-, al que se rebelaba una y otra vez Correa, de nuevo sin tino frente a Sergio Herrera.
𝐒𝐞𝐠𝐮𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐢𝐧𝐬𝐢𝐬𝐭𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨
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Sólo una, nada más, una ocasión, en cambio, necesitó el Osasuna, que aprovechó la única opción que tuvo hasta entonces en ataque, con un certero cabezazo de Ante Budimir, que Oblak despejó unos milímetros dentro, para poner contra las cuerdas al Atlético, que resurgió cuando peor lo tenía, contra todas las circunstancias, con el fenomenal pase de Joao Félix y el 1-1 de Renan Lodi a nueve minutos del final y con el 2-1 de Luis Suárez. Si vale la Liga lo determinará la última jornada. Aún necesita ganar en Valladolid.
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